Un gato blanco le servía de sombrero, ella reía mientras se perdía en la mágica noche de Roma olvidándose de mi búsqueda por un poco de leche para el animal. Su vestido negro se ceñía a la perfección a la silueta de su cuerpo extranjero, una estola de piel blanca guarecía del frío nocturno a una piel fina y delicada y su rubia melena se caía por la espalda ocultando el lugar más estimulante de su cuerpo: la nuca. De repente, vió una fuente, una fontana mejor dicho, grande y hermosa que sobresalía en mitad de la ciudad. Ella se veía sola, nadie a su alrededor y con total naturalidad se metió en el agua, bailando. Allí la vi, una imagen única. Y atraído fuertemente por ella me acerqué, me acerqué.
La dolce vita
Un gato blanco le servía de sombrero, ella reía mientras se perdía en la mágica noche de Roma olvidándose de mi búsqueda por un poco de leche para el animal. Su vestido negro se ceñía a la perfección a la silueta de su cuerpo extranjero, una estola de piel blanca guarecía del frío nocturno a una piel fina y delicada y su rubia melena se caía por la espalda ocultando el lugar más estimulante de su cuerpo: la nuca. De repente, vió una fuente, una fontana mejor dicho, grande y hermosa que sobresalía en mitad de la ciudad. Ella se veía sola, nadie a su alrededor y con total naturalidad se metió en el agua, bailando. Allí la vi, una imagen única. Y atraído fuertemente por ella me acerqué, me acerqué.
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que te acercaste demasiado quieres decir ¿no? ;)
ResponderEliminar¿Dolce vita?... ¡Que sarcástico! jaja
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